Rafael Piña descubrió el boxeo a los 17 años de edad, su mejor terapia ante la esclavitud de las adicciones y malas compañías. Ahora a sus 29 años de edad cumplió el sueño de debutar como profesional en Cuernavaca, saliendo con la mano en alto y superando poco a poco los problemas que casi acaban con su vida.
“Yo estaba sumido en las adicciones y alcohol, lo que hubiera, si la banda estaba ahí drogándose, la verdad yo era esa persona. Yo vengo de la calle, no literalmente que viviera en la calle, pero vengo de la calle, o sea, yo me relacionaba con la banda de la calle”, dijo el pugilista para Azteca Deportes Morelos.
La rebeldía que le generó crecer en un entorno complicado, sumado a una familia disfuncional, puso a Rafa contra las cuerdas, al borde del nocaut y con pérdidas irreparables, por lo hace dos meses decidió ingresar a un centro de rehabilitación.
Ha tenido un camino díficil por recorrer
“Disculpa, a veces se me quiebra la voz, carnal. Es un camino muy difícil, yo lo sé muy bien, la verdad es que sí se sufre, yo perdí mucho que amaba, una esposa muy bella, mi familia. Yo les digo que si todavía no pierden a su familia, si todavía tienen una madre que va a verlos, si todavía tienen un padre que les ayuda, que no pierdan eso”, agregó.
Pero ahora el ‘Boti’, apodo que adoptó en honor a su padre y luce en su short a la hora del combate, sube al ring frente al público y supera el dolor con cada golpe que lo aleja de un pasado complicado y lo acerca a un futuro más optimista.
“Y la verdad es que cada mañana y cada que sale el sol es una nueva oportunidad y por algo siguen vivos, por algo siguen vivos esa banda que a lo mejor no encuentra la salida y siguen queriéndose morir, pero échenle ganas banda, sí se puede salir de las adicciones y cumplir sus sueños”, describió Rafael Piña.
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